INGRESOS
Hay una presión creciente sobre todos los servicios sanitarios;
sobre los servicios de urgencias y las camas hospitalarias también.
Pero el hospital es un hotel muy caro y si nuestro sistema público de
salud es de todos, se concluye que es necesario diseñar estrategias que
permitan el uso conveniente de las camas. Las estrategias presentes o
futuras son, o pueden ser, muchas. Pero vamos a hablar de la situación
actual, de actitudes y comportamientos habituales tanto en los
trabajadores como la administración que antes ayudan a ocultar, agravar
y cronificar problemas, que a hacerlos aparentes y resolverlos.
Ya que la presión de urgencias suele ser superior al 50% es
natural, y obligada, la preocupación de la administración acerca de la
adecuación del ingreso urgente; así lo manifiesta expresamente con
frecuencia a quienes trabajan en los servicios de urgencias. Se supone
que hay igual preocupación acerca de la adecuación del ingreso
programado, incluido el quirúrgico. Ahora bien, esa preocupación
adquiere con frecuencia tintes de acusación culpabilizadora contra
quienes trabajan en los servicios de urgencias y ello sin ofrecer datos
que apoyen inequívocamente tales tesis. Actitudes de acusación
culpabilizadora basadas en impresiones, o algo más inconfesable, antes
que en informaciones, no ayuda a solucionar problemas y crea otros
nuevos; y uno tan grave como la actitud de confrontación por sistema.
Difícilmente se puede esperar entonces colaboración para identificar
problemas y mucho menos para resolverlos. Pero, a lo que vamos, ¿hay
ingresos indebidos en urgencias?. Mi respuesta es sí; y muchos enfermos
dirán que gracias a Dios que los hay. Vayamos por partes, haciendo
grupos diferenciados de los enfermos con ingreso urgente técnicamente
inadecuado según sus causas.
INGRESOS INDEBIDOS,
DE TODAS TODAS
Nacen de un error de los médicos que
atendieron al enfermo y les condujo a firmar la orden de ingreso. Esto
es fruto tanto de equivocaciones como de incompetencia. Que errar es
humano nadie lo duda y no es esa la cuestión; la cuestión es saber
cuantos de esos errores hay, cuantos son remediables y remediarlos. Este
es un trabajo que compete a las personas y servicios implicados pero
también compete, tanto o más, a quienes tienen funciones de dirección
y por ello de vigilancia de un aspecto tan capital. Si la dirección
dice que hay ingresos inadecuados y lo hace con consonancias de acusación
culpabilizadora pero no aclara ni cuántos, ni quiénes, ni cuándo, ni
cómo, ni por qué... ni solicita la colaboración de los implicados
para mejor conocimiento del problema ni, finalmente, adopta medidas
para remediarlo, es una cómplice más; pero cómplice fundamental dada
su posición. No basta acusar y culpabilizar, hay que demostrarlo; y no
basta demostrarlo, hay que corregirlo. Dicho de otra manera, que la
dirección de la empresa acuse, sin más, de inútiles a sus
trabajadores no los convierte en útiles y favorece, sin embargo, un
estado tan peligroso como indeseable de confrontación sistemática.
Hay otra posible causa, en absoluto defendible, pero que se
entiende dadas las condiciones de presión en que se trabaja. Me refiero
al ingreso del paciente que se niega, o familia del paciente, a aceptar
el alta o, ni se le llega a plantear esa posibilidad por problemas de
relación previos. Contra esto se lucha con buena praxis y mejor
interacción interpersonal.
Decir,
a fin de delimitar algo más el papel de urgencias en la firma de
ingresos, que éstos son firmados por los especialistas correspondientes
y no por los médicos del servicio salvo los de los enfermos de críticos
que ingresan en UCI y reanimación y, de forma ocasional, algunos otros
de especialidades requeridas fuera de horario de mañana.
INGRESOS
URGENTES INDEBIDOS, POR FRACASO DE LA ATENCION ESPECIALIZADA AMBULATORIA
Las enfermedades tienen sus tiempos idóneos
de oportunidad diagnóstica y terapéutica; si esos tiempos no se
aprovechan la oportunidad se pierde y los resultados serán peores.
Peores no quiere decir necesariamente riesgo para la vida o invalidez
grave, de hecho las más de las veces no es así. Pero otras, muchas
menos, esos riesgos son ciertos, de manera que si nos enfrentamos con
una enfermedad de esta naturaleza, probable o ya segura, y queremos
aprovechar los tiempos de oportunidad, la atención habrá que prestarla
en un tiempo breve. Si el enfermo no precisa ingreso para tratar un
problema agudo ni para realización de alguna técnica, será atendido
en las consultas externas especializadas.
El problema en la atención de este tipo de enfermos está en las
demoras. Estas comienzan con la inicial de la cita de la primera
consulta, siguen con la de la cita para realizar pruebas complementarias
y la de revisión de resultados y suelen rematar con la espera para
ingreso programado a fin de continuar estudio diagnóstico o aplicar
tratamiento. No suele haber en la mayoría de estos puntos de citación
o espera una priorización según la gravedad estimada, situación
laboral, familiar, social, riesgo de incapacidad...
Sin embargo, los enfermos de los que estamos a tratar no pueden
esperar, ejemplo paradigmático, pero no único, son los pacientes en
quienes se sospecha neoplasia. Tales enfermos y sus familias ven como
pasa el tiempo y la enfermedad progresa, pero no los logros para conocer
y tratar el problema y, al tiempo que intuyen la gravedad de éste,
también perciben la conveniencia de buscar un atajo. El atajo más
asequible, por ser la única puerta siempre abierta del sistema, son los
servicios de urgencias. Estos enfermos serían un caso, digamos, de
fracaso directo del manejo ambulatorio. Pero hay también pacientes de
igual naturaleza que hacen la primera consulta en urgencias antes de ser
remitidos a la consulta especializada, incluso de acudir a su médico, y
que plantean iguales dificultades.
Cuando en urgencias se atiende a un enfermo de este tipo que
sabemos tiene un proceso no urgente pero que, por los motivos que arriba
se esbozaron, precisa estudio y tratamiento en breve plazo, hay un
problema, un grave problema, bien por que esté en fase de estudio pero
el plazo que le queda es de meses, bien porque no lo ha empezado y el
plazo es entonces de unos meses más; pero nosotros sabemos, y los
conocimientos al uso lo apoyan, que ese plazo es demasiado largo e
incluso puede ser incompatible con la vida.
El médico de urgencias se enfrenta entonces a un dilema. De una
parte, no hay indicación técnica para ingreso urgente y, por tanto, el
enfermo debiera estudiarse en consultas externas. De otra, el estudio
ambulatorio supera los tiempos de oportunidad, y a veces tanto, que la
única opción que queda es el ingreso urgente. Quizás no haya que ver
esta cuestión como un dilema, sino como dos problemas diferentes, uno
singular,
¿ qué hacemos con este enfermo ?, y otro general, ¿ qué hacer
para que esto no siga sucediendo ?
La primera pregunta tiene que ser respondida en urgencias y la
respuesta en esas condiciones sólo puede ser una, ese enfermo ingresa.
Acerca de la oportunidad del momento, concepto fundamental en todo esto,
si se acepta su valor, resultan paradójicos las ansias y los esfuerzos
dedicados al diagnóstico temprano de algunas enfermedades en fase
presintomática, de utilidad controvertida, comparados con las ansias y
esfuerzos empleados en los casos ya sintomáticos de que estamos
hablando.
Respecto a la segunda pregunta, si esos casos particulares tienen la
elevada incidencia que creemos tienen, habrá que diseñar estrategias
de respuesta a los problemas que subyacen a todos ellos o seremos cómplices,
tanto por omisión como por comisión, de su persistencia, en el sentido
que estamos resolviendo un problema no sólo al enfermo, sino también a
la administración que no dándose por enterada de su existencia, aún
sabiéndola, nada hará por corregirlo; urgencias se convierte en una válvula
de escape y de seguridad, nunca explícitamente reconocida, por
supuesto, de las deficiencias y errores del sistema. En fin, una acción
que se entiende correcta cuando responde a un caso particular, deviene
en perversa, por colaborar en la perpetuación de los fallos y
deficiencias del sistema, cuando se hace general; y más aún si no crea
alarma alguna acerca de la existencia del problema y su naturaleza.
INGRESOS
URGENTES INDEBIDOS POR DEFICIENCIAS EN LOS SISTEMAS DE ASISTENCIA
SOCIOSANITARIA
Atendemos a una población envejecida y cada vez más. La
proporción y el número de ancianos que viven solos o conviven con una
pareja de edad similar es mayor cada día. Por otra parte, la
incorporación de la mujer al mundo del trabajo y el éxito de la
familia corta, nuclear, reducen la capacidad de dar cuidados dentro de
la propia familia al anciano enfermo. Además, cambios de actitud en
nuestra sociedad hacia el enfermo y su atención desplazan, y cada vez más,
la prestación de cuidados, incluso los mínimos, desde el ámbito
personal y familiar al de los profesionales. Finalmente, nuestro país
está a la cola de la comunidad europea en cuanto a residencias con
camas asistidas; nuestra comunidad ocupa el penúltimo puesto dentro del
país; y nuestra área sanitaria quizás el último lugar dentro de
Galicia.
¿ Qué importancia tiene todo esto en cuanto a los ingresos
urgentes ?; enorme. Veamos, en urgencias consultan continuamente
ancianos con problemas agudos de salud cuya atención no precisa ingreso
urgente; ahora bien, en su situación actual muchos de ellos no están
en condiciones de valerse por si
mismos o, más aún, precisan un cuidado o vigilancia tales que
una persona capaz ha de estar acompañándoles de manera casi
continuada. Si este enfermo vive solo o en una situación familiar que
tales cuidados no son posibles, y sabiendo la segura inexistencia de
camas en residencias asistidas, ¿ cual es el destino que se le puede
dar en urgencias ?. Darle el alta significa, dejando aparte las
consideraciones éticas y legales, que muy probablemente le atendamos en
los próximos días, por el mismo problema, pero en peor situación clínica
y con indicación técnica, ahora si, de ingreso urgente; si esto es así,
incluso la primera alta puede considerarse incorrecta técnicamente. En
fin, una parte de nuestro trabajo es dar altas, pero no lo es echar la
gente a la calle y, menos aún, cuando sabemos que “no hay donde
ir”.
Actualmente creo que, una vez identificados, la respuesta a cada
caso singular es el ingreso urgente. Lo cual no quiere decir que no deba
hacerse notar su especial naturaleza a fin de evitar expectativas falsas
y confusiones, tanto por parte del enfermo y familiares, como por parte
de los clínicos que le atiendan una vez haya ingresado, además de
notificar los casos más problemáticos a la asistencia social.
La administración debe estar preocupada por estos ingresos; pero
no tanto por su falta de indicación técnica como por su absoluta
necesidad social. Y fruto de esa preocupación tendría que surgir un
esfuerzo por conocer el alcance del problema con vistas a, definiéndolo,
dar soluciones a medio y largo plazo.
INGRESOS
URGENTES INDEBIDOS EN LOS QUE URGENCIAS ES MERA ESPECTADORA
La
orden de ingreso parte de fuera de urgencias y puede ser de variada índole:
-
Orden
dada desde una consulta de especialidades. Tales órdenes se deben a la
incapacidad de admisión de conceder cama en el plazo que el clínico
estima conveniente, de manera que, de motu propio o por sugerencia de la
misma admisión, se envía el enfermo a urgencias con orden de ingreso
urgente y a la espera de cama. Y allí se queda.
-
Traslado
desde otros centros para ingresos en servicios de nuestro hospital y,
finalmente, se considera que no hay necesidad de tal ingreso o no la
hay, en todo caso, en un centro de tercer nivel.
-
Orden
de admisión o de la dirección para que se ingrese determinado
paciente. Las razones son básicamente dos, la primera tiene que ver con
VIP o cuasi VIP y, la segunda, con usuarios conflictivo-reivindicativos
entendiéndose que es más fácil decirle a alguien que firme el ingreso
que comprobar la naturaleza el caso, ayudando así a afianzar la
creencia de que esta madre sólo da de mamar al hijo que más llora o
grita, y no al que más lo necesita.
Cuáles de estos ingresos se puede entender realmente que son
responsabilidad directa de urgencias ? Salvo auténtica mala fe creo,
como mucho, que sólo los del primer grupo. ¿ Qué pasará con los
otros ? Pasará lo que pasa ahora, pues parece ser, o es, la forma más
barata, callada y sin conflictos, de tapar, que no solucionar un montón
de problemas. Entonces, ¿ para qué colocar el sillón en su sitio si
el viento va a levantar lo que tiene guardado debajo y no se quiere que
se mueva ni se vea ?
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