CON
LA FICHA EN LA MANO
Benito
Martínez
Una vez cogemos la ficha en la bandeja y de acuerdo con el plan hasta
ahora trazado, lo primero que evaluamos es la posibilidad de compromiso
vital : ¿está este enfermo vivo y suficientemente vivo?. En la ficha
tenemos una primera información al respecto que no es otra que los
controles de las constantes vitales tomados por enfermería. No hay
costumbre en nuestro medio de que enfermería controle la frecuencia
respiratoria, nosotros tampoco; va siendo hora de hacerlo. Llegamos
junto al enfermo y evaluamos otro signo vital, que habitualmente no
entendemos como tal, que no es otro que el nivel de conciencia y que
marca el más importante punto de inflexión cuando ya estamos delante
del enfermo : un Glasgow 15 quiere decir una ventilación y circulación
suficientes (por comprometidas que se hallen) para mantener una
actividad neuronal que permite la consciencia y, por otra parte, un
Glasgow 3, o casi, puede ser muerte, PCR o casi PCR, lesión cerebral
específica o lo que sea, pero en general algo muy grave. Dicho de
manera más fácil : un paciente aparentemente inconsciente y sin
respuesta hay que entenderlo siempre de entrada como muy grave, luego ya
veremos. Respecto a los controles vitales es de interés recordar un par
de cosas; además de mirarlos y tenerlos en cuenta, que a veces no se
hace. La hipotensión hay que verla siempre como un hecho temible y , a
parte de preguntar al enfermo cual se su tensión normal, debemos
comprobarla en los dos brazos y comentar el enfermo al adjunto; la
tensión alta, incluso altísima, preocupa mucho menos, salvo que exista
daño agudo de algún órgano diana, se habla entonces de emergencia
hipertensiva, ¿no?. En cuanto a la temperatura, si vemos escrito 35º,
hay que alarmarse, pues esa es la menor temperatura que marca un
termómetro clínico de mercurio y la temperatura real puede ser aún
menor, por lo que hay que repensar el asunto : volvemos a tomar la
temperatura axilar, palpamos las axilas y cara interna de la raíz de
los muslos y si todo parece frío, es probable que el enfermo esté en
hipotermia, por lo que lo correcto en nuestro medio es medir la
temperatura central por medio de una sonda térmica electrónica
colocada en el recto. Seguimos con la temperatura, a veces está escrita
una normal en un enfermo febril; las causas son varias : nuestros viejos
con frecuencia son pequeñitos y flaquitos, de forma que el termómetro
flotando en la axila resulta tan simpático como ineficaz; por otra
parte, las enfermeras tienen una gran carga de trabajo en cubículos por
lo que a veces se apura la retirada del termómetro. Concluyendo, que la
temperatura anotada sea normal no quiere decir que la sea también la
del enfermo y si sospechas fiebre habrá que insistir. Tanto en casos de
bradi como de taquicardia hay que hacer un ECG y recordar que la
taquicardia aunque sea sinusal, si es sostenida, acostumbra a apuntar en
el sentido de organicidad aguda; hay que buscar.
Además de los controles de las constantes vitales, para valorar la
vitalidad, examinamos el trabajo respiratorio, aprovechando para
medir la frecuencia respiratoria, y el estado de perfusión
periférica. Si el enfermo está vivo y suficientemente vivo
seguimos con atención, ya mucho menos presionada.
Lo
que pretendemos entonces es buscar el síntoma o signo guía que nos
oriente hacia un síndrome u otro, defendiendo el camino a seguir en
el proceso diagnóstico. Antes de ver al enfermo ya hay información
a nuestro alcance : notas escritas en la ficha por el médico del
triage, el volante del médico de primaria o comentarios hechos por
la enfermera o la auxiliar. A esta información hay que atenderla
siempre, a veces incluso es imposible obtenerla de otra manera (caso
de la del volante, sobre todo) y no debemos subestimarla por su
procedencia, pero tampoco darla por verdad irrebatible como nos
acostumbra a suceder a comienzo de la residencia cuando, por estar
tan necesitados de certezas y seguridades, las de cualquier otro
parecen ser superiores y suplantar las propias, caso de haberlas. En
fin, atención sí, pero con ojos críticos. También a veces vienen
grapados informes de ingresos previos que nos ponen en antecedentes
de los del paciente, tengan que ver o no con el problema actual. Y
también con frecuencia la enfermera ya ha hecho alguna prueba que
consideró oportuna, básicamente el ECG, la gasometría y la
glucemia. El resultado de todo esto es que cuando vamos a ver el
enfermo a menudo ya tenemos la cabeza llena de prejuicios que, caso
de ser correctos, pues muy bien, pero en caso contrario... Creo
conveniente insistir, no te dejes cegar, conserva la calma, el
espíritu crítico y la mente abierta para contemplar otras
posibilidades. Dada la presión de urgencias, de tiempo y espacio,
tener que desandar un camino, emprendido por los prejuicios pero
errado, crea unos problemas poco comunes al resto del ejercicio de
la profesión. Se podría concluir que en medicina de urgencias hay
que dar pronto, dar fuerte y dar en el sitio.
Con
la información de que acabamos de hablar ya podemos suponer el
motivo de consulta, el síntoma guía e incluso el diagnóstico
sindrómico. Bien, ahora que estamos delante del enfermo y vamos a
precisar todo lo anterior : ¿será así?, ¿no lo será?, ¿será
otra cosa?, ¿QUE COSA?. Mientras hacemos la primera inspección que
nos permite asegurar la vitalidad inmediata y el aspecto general del
enfermo, comenzamos el tercer grado, digo, el interrogatorio,
confirmando quien es quien : ¿es usted fulanito?, ¿sí?, pues yo
soy el médico, el doctor EQUIS. Con esto habrás cumplido con un
formalismo social que es presentarse a un desconocido con el que vas
a trabar relación y de resultas evitas equívocos sobre quien eres
tú, un chavaliño de prácticas o similar, y sabrás que ese
enfermo es ese enfermo y no otro, bien porque alguien se equivocara
al poner en la ficha el sitio o porque se hayan hecho cambios por la
razón que sea y no se anotaron (preguntando evitas tener habas
cuando quieres cebollas). Aquí estamos, con los prejuicios, la
inspección del primer segundo y las presentaciones hechas, ¿Y?.
Lo
siguiente a preguntar es sobre el motivo de consulta. Nunca lo hagas
en tiempo presente, a menos que no te importe recibir la famosa
respuesta "usted sabrá" : pregunta siempre en pasado,
"¿qué es lo que pasó?", pues el pasado es personal y
tú eres nuevo en la película. A pesar de todo, los gallegos con
frecuencia correspondemos a los sambenitos que nos cuelgan, la cosa
no es tan fácil y la respuesta puede ser de absoluta globalidad :
"MAL, estoy mal", "pero mal ¿QUÉ?, respuesta
"TODO". Y entonces más vale no apretar, si no quieres que
sea todo y, además, SIEMPRE. No vamos a entrar ahora en detalles de
cómo manejar la situación, que no sólo exige experiencia sino
también ser gallego y demos por supuesto que el paciente nos
responde pronto y al caso, ante lo que seguiremos preguntando para
perfilar mejor la queja motivo de consulta. ¿Desde cuándo, es la
primera vez, ya lo ha consultado, es seguido, es siempre igual,
empeora o mejora con algo, a qué cree que se debe...?, y lo que el
sentido común y el conocimiento dicten, sobre todo el primero pues
el segundo, en estos momentos iniciales de la profesión no es
mucho. Perfilado el problema actual preguntamos por los pasados :
antecedentes patológicos, alergias medicamentosas y fármacos que
esté tomando actualmente. ¿Hasta que punto tiene que ser extensa
la anamnesis?, creo que en estos momentos iniciales de la residencia
es conveniente pecar por exceso a fin de desarrollar el hábito de
interrogar y reducir la posibilidad de que queden cosas en el
tintero; ahora bien, según pasa el tiempo serán cada vez más
dirigidas en el sentido marcado por la queja motivo de consulta : a
un paciente con un cólico de riñón, obvio hasta para el
apuntador, puede resultar comprensible que se le pregunte en los
primeros tiempos que tal descansa de noche o si tuvo tos los
últimos días, pero creo que a nadie se le ocurre tal cosa a poco
tiempo que pase de la residencia. En cuanto al interrogatorio de los
vicios creo que nos basta el sí o el no, y una breve reflexión
intuitiva de la credibilidad según que casos; insistirle al pobre
paciente del cólico de riñón, durante el más intenso de sus
accesos dolorosos, que si rubio que si negro, que si 30 ó 35, que
si cervezas y cuantas, que si vino cuantas botellas, que si
destilados cuantas copas y después contar gramos y demás, parece
ridículo en la atención urgente además de falso, sea cual sea el
resultado (en los casos más serios, si no se sabe ni donde toma las
copas ¿cómo va a saber cuantas toma?. La anamnesis al enfermo se
redondea después con la de los acompañantes, que será
inmediatamente en caso de el paciente estar, por la razón que sea,
en situación de "no colaborador con el interrogatorio".
Lo
normal es que rematada la anamnesis tengamos identificados el
síntoma guía y también el síndrome, hasta incluso la enfermedad.
Otras veces no tenemos claro absolutamente nada : quejas múltiples
o imposible de precisar una fundamental. En todo caso ya se sabe, lo
que toca ahora es la exploración física. Cuando empezamos a
trabajar es conveniente que sea sistemática, de la cabeza a los
pies, a fin de acostumbrarse a todos los aspectos de la semiología
pero, según vamos avanzando, en urgencias será cada vez más
orientada según la información recabada hasta este momento y así
como no tiene sentido pedir una TC cerebral a un paciente con una
blenorragia pura, dura y simple, tampoco parece tenerlo buscarle los
pedios o ver que tal anda de reflejos. En realidad, según se gana
en experiencia, tras la anamnesis tenemos ya una idea de la
naturaleza del problema y lo que buscamos en la exploración física
son los signos que, según los conocimientos al uso, mayor fuerza
tienen para apoyar tal idea; parecido empeño debiéramos poner en
la búsqueda de signos cuya sola presencia hagan muy improbable,
sino imposible, nuestra hipótesis (¡claro qué como solemos
funcionar intentando afirmarnos y no negándonos!, somos menos
activos en el segundo aspecto). La experiencia y el conocimiento que
nos conducen en una dirección, evitan hacer la travesía de muchos
caminos ciegos, o sea, exploraciones irrelevantes para la solución
del problema que tenemos delante. Los pacientes con quejas
múltiples, mal definidas y que parecen estar agudamente enfermos,
sí necesitan una exploración a fondo de la A a la Z; en general se
trata de ancianos con enfermedades crónicas y capacidades
expresivas reducidas por una u otra razón. La exploración en los
llamados síndromes generales también ha de ser general. Ya fue
señalado anteriormente : los pacientes con heridas y contusiones
han de ser explorados de manera acorde con las lesiones seguras o
probables y los hallazgos escritos en la ficha; ya que son enfermos
con frecuentes problemas médicolegales, e deseable que tal
convivencia no nos sea recordada por el juez.
Rematada la exploración física sabemos a veces con certeza cual es
la naturaleza del problema motivo de consulta, su repercusión... Si
el problema es banal y también lo son sus repercusiones, el
paciente podrá ser dado de alta sin hacer prueba complementaria
alguna, aunque no quiere decir necesariamente que no tengamos que
hacerle algo al enfermo como darle un analgésico, esperar que le
pase un poco el mareo o se recupere plenamente de una crisis
convulsiva siendo epiléptico conocido y sin otros problemas. Si el
caso de nuestro paciente no fuera ese solicitaremos pruebas
auxiliares del diagnóstico.
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