ANALGESIA
EN URGENCIAS
A nadie se le escapa que este es un capítulo en la atención
sanitaria urgente. Para empezar, el dolor es el más frecuente motivo de
consulta, bien como síntoma único o principal, la migraña rebelde y
el cólico de riñón son claros ejemplos. Por otra parte, en un numerosísimo
grupo de enfermos el dolor, sin ser motivo o síntoma principal,
participa de forma importante en las quejas del enfermo y, a veces
tanto, que incluso será lo primero que tratemos, por ejemplo, un
enfermo con un brazo obviamente roto acude porque tiene el brazo roto,
pero mal haremos si antes de dar tratamiento definitivo no adoptamos
medida analgésica alguna.
Estos dolores son los que el enfermo trae. Pero hay otros a los
que, con frecuencia, los sanitarios somos especialmente insensibles; son
aquellos que causamos al enfermo con nuestras bien intencionadas
atenciones y, a los cuales, no pocas veces no hacemos sensibles únicamente
cuando nosotros mismos caemos en el lecho del dolor, y nunca mejor
dicho. Aquí pecamos todos, enfermería también. Canalizar una vía con
un angiocatéter, pinchar una gasometría arterial, colocar una sonda
nasogástrica o urinaria, limpiar una quemadura o una herida sucia...
son maniobras que causan dolor, incluso mucho dolor. Ejecutar estas técnicas
rutinariamente nos curte a nosotros, no a nuestros pacientes, ni por
muchas gasometrías arteriales que se le hagan. Está claro que en los
tiempos actuales en que frecuentemente prestamos atención en situación
de precariedad puede parecer improcedente “pararnos” en estas cosas;
soy de la opinión contraria, muchas técnicas se hacen en menos tiempo
y con menos recursos utilizando la apropiada analgesia, lo que además
trae como consecuencia un aumento de la satisfacción del enfermo y de
la propia. Si la apreciación y estimulación positivas por parte de
nuestros superiores suelen brillar por su ausencia, ¿ será normativo
?, entiendo que aquellas íntimas y calladas satisfacciones no son
aspectos menores de nuestro trabajo.
¿
POR QUE TRATAR EL DOLOR AGUDO ?
Podemos empezar hablando algo de las utilidades e inutilidades del
dolor agudo.
1.- UTILIDAD.
-
La
primera utilidad es escapar o apartar aquello que nos causa daño, caso de
ser externo a nosotros.
-
Buscar
ayuda, cuando la intensidad es grande o algo hay en el cuadro doloroso que
nos parece reviste gravedad y nos alarma.
-
Respuesta
neurohumoral de estrés agudo, básicamente adrenérgica, que prepara el
organismo para responder a una agresión interna o externa. La utilidad es
máxima en los casos de hipovolemia aguda.
-
Hay
una utilidad que podemos llamar indirecta, el empleo del dolor como síntoma
guía en la observación de procesos dolorosos de posible naturaleza quirúrgica,
pero que en los primeros momentos su expresividad clínica no es aún
suficiente para poder decidir.
2.- INUTILIDAD.
-
Sufrimiento.
El dolor es una modalidad sensitiva única en el sentido de las
vivencias emotivas de sufrimiento que conlleva. El dolor agudo, intenso,
se vive como algo terrible cuando se sufre, incluso basta con saber que se
va a padecer para empezar a sufrirlo, la amenaza de la tortura basta para
hacer cantar al cautivo. Igual de grande es el alivio cuando el dolor
cesa.
-
La
respuesta neurohumoral adrenérgica propiciada por ciertas formas de dolor
visceral puede tener consecuencias desastrosas cuando la enfermedad causal
es la cardiopatía isquémica o la disección aórtica aguda.
-
La
respuesta somatomotora en el caso de lesiones musculoesqueléticas pone en
marcha una serie de circuitos que tienden a cronificar el dolor.
Bien,
cuando el enfermo está en urgencias ya ha escapado todo lo que ha podido
del agente dañino, o no, y lo trae consigo, y ya ha buscado ayuda, la
nuestra. A partir de ahora el dolor agudo debe ser tratado siempre; si
alguien cree en la utilidad intrínseca de la experiencia dolorosa,
parecería lógico animarle, no ya a suprimirla cuando la hay, sino
incluso a ser activo y causarla decididamente, a ver si se le sube un poco
la tensión al gallito de turno apretándole las criadillas. Pues bien, si
tal actitud activa nos parece absolutamente condenable, incluso por el
juez, ¿ no deberíamos condenar igualmente la actitud pasiva que permite
el sufrimiento inútil ? Se peca por comisión, si, pero por omisión
también se peca.
¿
Tratar el dolor agudo siempre, siempre ? Bueno, hay que hacer una sola
matización que a su vez ha de ser matizada. Tiene que ver con la utilidad
del dolor como síntoma guía durante la observación de un paciente que
puede tener un abdomen agudo quirúrgico pero que nos consulta en un
momento demasiado precoz como para poder tomar decisiones. Tal utilidad es
real y no se discute; pero si entiendo discutibles las maneras. Vamos a
ver, el período de observación suele ser de horas, con frecuencia
muchas, y el dolor no pocas veces intenso. Soy de la idea que quiénes
tienen que estar alerta y despiertos son el médico de urgencias y el
cirujano, pero tener despierto al enfermo toda la noche, y no por nervios,
y a lo peor sin observación alguna en ese tiempo, no me parece defendible
como buena praxis, si no más bien una judiada, y que me perdonen los
“jodíos”. Si alguien lo duda o no lo cree, quiera Dios que no tenga
que cambiar de opinión viviendo el problema desde el otro lado de la
barrera. Creo que la analgesia juiciosa con opiáceos es la más apropiada
e incluso también mejora los resultados de la exploración en pacientes
muy nerviosos e inquietos.
3.- ¿ QUE ANALGESIA ?
Los recursos analgésicos son numerosos y diversos, no sólo
farmacológicos. La decisión acerca de cuales emplear en el tratamiento
del dolor agudo se basa en los siguientes hechos :
-
Intensidad del dolor.
Un enfermo con probable esguince de tobillo que le
permite caminar con mínima cojera y sonreír, o no precisa analgesia o un
preparado oral es más que suficiente. Lo contrario sucede si tiene una
fractura desplazada de tobillo y, aunque el paciente se queje poco o nada,
le duele; aquí el analgésico será un opiáceo por vía parenteral.
Debemos tener presente que la intensidad de las quejas del enfermo no
tienen necesariamente relación directa con el dolor sufrido, de tal
manera que debemos estar atentos a no concentrarnos indebidamente en el
gallina del esguince debido a sus escandalosos cacareos dejando abandonado
al estoico con la fractura luxación, a cada uno lo suyo.
-
Naturaleza estimada de la causa.
El dolor de un paciente con infarto agudo de
miocardio, aunque su intensidad sea moderada, lo tratamos con opiáceo por
sus mayores efectos sobre la indeseable respuesta neurohumoral. Sin
embargo, un dolor incluso más intenso debido a una contusión de la pared
torácica, lo tratamos inicialmente con un no opiáceo. En otros casos
usamos preferentemente medicaciones sin actividad analgésica intrínseca
pero con acción específica sobre el proceso causal; un ejemplo, es el
sumatriptán, en una crisis migrañosa.
-
Particularidades del enfermo.
El enfermo puede ser alérgico a AINES y la
enfermera debe preguntar siempre acerca de esta cuestión y no fiarse sin
más de una orden médica; no pararemos de sorprendernos... El enfermo
puede tener enfermedades, incluso el problema actual, que contraindican
determinado recurso u obligan a extremar la vigilancia para evitar efectos
indeseables, administrar un opiáceo a un paciente EPOC en situación de
insuficiencia respiratoria es hacerle correr un alto riesgo de parada
respiratoria. Los pacientes pueden estar tomando medicaciones que
contraindican de forma absoluta o relativa el empleo de ciertos analgésicos
o de ciertas vías, inyectables intramusculares en un enfermo
anticoagulado, por ejemplo. Otra vez, no te quedes conforme si detectas
una incongruencia en tal sentido y habla con el médico argumentando con
normalidad, la cuestión no es quién queda arriba y quién abajo, si no
conseguir los mejores resultados para el enfermo; la argumentación
correcta en contenido y forma es difícil contestarla indebidamente y tú
empezarás a ganarte el aprecio y el respeto, hasta de los energúmenos/as.
-
Recursos disponibles.
Lo que no se tiene no se puede usar aunque teóricamente
fuera lo más aconsejable. Al decir lo que no se tiene, lo entendemos en
el sentido más amplio posible, inclusive los conocimientos, de forma que
si no sabes utilizar una cosa no la uses.
RECURSOS
ANALGESICOS
1.- EFECTO PLACEBO.
Tal efecto nos muestra que una sustancia farmacológicamente
inerte, placebo, ocasiona una mejoría sentida por el enfermo en alguno de
sus síntomas, hecho que no sucedería caso de no haberla empleado. Algo
hay en el enfermo y en la situación que está viviendo que le predispone
en tal sentido; por otra parte, algo hay en el medio, el placebo, que da
carácter racional a esa predisposición. Puede decirse que el efecto
placebo es el resultado de la necesidad de mejoría que el enfermo tiene y
de su convicción de que estamos actuando para conseguirla y, todo ello, con
independencia de que usemos placebo u otra cosa. Nadie dudará que
aquella convicción puede ser influenciada por nosotros, por nuestra
actitud de relación y, muy especialmente en urgencias, donde la necesidad
de mejoría que el enfermo siente, dada la agudeza de estos problemas, es
mayor y su capacidad crítica para enjuiciar lo que otros hacen es menor.
Cuando nuestra actitud es adecuada, conseguimos un “trozo” de mejoría
que es independiente de todo lo demás; somos entonces el “Dr.
Medicina”, o la enfermera, auxiliar, celador, o lo que sea, Medicina.
La existencia de esa actitud explica en buena medida el éxito de
tantas paramedicinas y, su falta, muchas de las críticas que recibe la
nuestra porque, ¡ ojo !, así como hay efecto placebo lo hay nocebo, que
es justamente lo contrario, el enfermo se pone peor, sin necesidad de
pastilla alguna, sólo con nuestro trato.
La dichosa actitud consiste en demostrar interés y atención por
el enfermo y sus problemas, que va más allá y es independiente de los
actos estrictamente técnicos, disposición para la escucha aunque las
necesidades de tiempo la abrevien forzosamente, satisfacer necesidades de
información y de contacto con sus familiares, adelantándonos incluso a
las peticiones, asegurando un contacto visual y físico distinto a aquél
que es obligado, para canalizar una vía, por ejemplo... Todas estas cosas
contadas así, en frío, pueden parecer gilipolleces, sobre todo por las
condiciones en que trabajamos; pero hay que ver como las apreciamos cuando
nos toca a nosotros estar acostados en la camilla. Pues eso, no tratemos a
los demás de forma distinta a como querríamos ser tratados.
2.- OTROS RECURSOS NO
FARMACOLOGICOS.
Distintos del efecto placebo. En medicina de urgencias son básicamente
procedimientos mecánicos. Ejemplo paradigmático es el dolor debido a una
retención aguda de orina, que puede ser intensísimo y con una reacción
vegetativa también intensa, pero que a nadie se le ocurrirá tratar con
morfina si no colocando una sonda vesical. Ejemplos más numerosos y
frecuentes tenemos en el caso de pacientes politraumatizados, habrá que
administrar analgesia, sí, al paciente con una luxación de hombro, pero
mientras no se la reduzcamos no dejará de doler. Claro está que no será
la enfermera quien lo haga, pero otras técnicas como las pequeñas
inmovilizaciones, la elevación del miembro dañado, la aplicación de frío...,
están a su alcance y si el médico no dice nada, hará bien en recordárselo.
Otra cosa, al manipular un enfermo de este tipo para desvestirlo,
cambiarlo de camilla, llevarlo a rayos, debemos hacerlo con cuidado, si no
queremos llenar urgencias de aullidos de dolor y, quizás, tener un susto
meses después en una oscura callejuela.
3.- AINES Y PARACETAMOL.
La enfermera en nuestro medio administra lo que dice el médico,
pero hay aspectos relacionados con la indicación y, sobre todo, con la
administración que le competen.
-
Alergias.
Aunque la orden figure en letra impresa, la enfermera debe siempre
preguntar al paciente antes de administrar el preparado pautado y con
mayor motivo si la orden de administración es por vía parenteral. Los
AINES, junto con los antibióticos betalactámicos, son los principales
responsables de reacciones alérgicas graves en los servicios de urgencias
y, aunque raras, a veces matan. No hagamos correr al enfermo riesgos
innecesarios. Otra cosa, si la situación mental del enfermo impide
aclarar el punto pero tiene allegados acompañándole, preguntémosles a
ellos.
-
Vía oral.
Se emplea para tratar procesos dolorosos, digamos, menores. Pero
debemos prestar atención sobre todo a pacientes con traumatismos, en el
sentido de que no raras veces van a precisar manipulaciones posteriores
bajo anestesia y, pese a que un nolotil oral poca cosa es, hay
anestesistas que van a retrasar por ello la intervención. Por tanto, si
el médico manda dar analgesia oral a un paciente con una muñeca rota y
deformada, más que un tenedor, en pala de camionero, no viene mal
recordar al médico que a lo mejor habrá que dormir a el enfermo para
reducir adecuadamente la más que evidente fractura. Lo mismo vale para
otras patologías “ambulatorias” como el absceso sacro o perianal.
-
Vía intramuscular.
Debemos empezar comprobando si ese preparado se puede administrar por
esa vía y, si hay dudas, consultar al médico y los folletos que reparte
farmacia. Hay fármacos que se absorben bien por esta vía, pero su
inyección es tan tremendamente dolorosa que la debemos evitar; un ejemplo
típico es el nolotil y si alguien no se lo cree, que le pongan uno. Las
inyecciones intramusculares deben evitarse en pacientes anticoagulados,
pues pueden causarles grandes hematomas. Las ventajas de esta forma de
administración son que no es preciso canalizar vía venosa y que suelen
conseguirse niveles durante más tiempo.
-
Vía subcutánea.
No la usamos para administrar este grupo de fármacos.
-
Vía intravenosa.
Es la más socorrida para el dolor moderado-intenso. Su principal
inconveniente es la necesidad de canalizar una vía venosa, pero los fármacos
por ella administrados tendrán efectos más rápidos y previsibles; ambas
propiedades son deseables en el tratamiento del dolor agudo intenso. El
paracetamol se administra previa dilución en 100 ml ó más de salino, en
una perfusión de al menos 15 minutos de duración. Los otros fármacos
pueden administrarse sin necesidad de perfusión, aunque el nolotil debe
diluirse e inyectarse lentamente, en bolo, no en puf, caso contrario puede
causar hipotensión severa. Si aparecen síntomas que sugieran reacción
alérgica durante una perfusión o inyección intravenosa, ésta debe ser
inmediatamente suspendida, se pondrá a mano adrenalina y se avisará al médico.
Siempre que administremos un analgésico por esta vía, es conveniente
tener la vena canalizada con un angiocatéter, tanto en previsión de
mayor o nueva necesidad de analgesia como de reacción alérgica grave.
4.-
OPIACEOS.
Los profesionales especialmente dedicados al estudio y tratamiento
del dolor insisten en el reducido uso de los opiáceos, tanto para tratar
el dolor agudo como el crónico; en nuestro país esto es aún más
cierto, y lo sigue siendo, pese a los grandes cambios operados en tal
sentido en los últimos años. Las razones tienen que ver con el temor a
sus efectos secundarios en el uso agudo, a la posibilidad de dependencia
en el uso crónico y a una legislación pactada respecta a su almacenaje,
guarda y distribución, que hacía por ejemplo imposible una
disponibilidad normal en los centros de primaria, imposibilidad que
algunos obviaban con recursos de sentido común, pero ilegales. Bueno,
algo han cambiado las cosas; quizás más debieran cambiar y, que así
sea, de todos depende.
Decidimos tratar con opiáceos el dolor agudo cuando es de gran
intensidad, o porque nos interesa controlar rápidamente la respuesta
neurohumoral o las dos cosas. En todas estas situaciones nos interesa la rápida
atenuación del dolor. La vía ideal es una parenteral y, más ideal aún,
la intravenosa. Esta nos importa además a fin de reducir la posibilidad
de efectos adversos, pues la dosis la podemos ajustar con mayor facilidad
evitando los riesgos de acumulación por dosis repetidas cuando usamos
otras vías. La vía subcutánea es especialmente desaconsejada en
pacientes shocados o con vasoconstricción cutánea por reacción
adrenérgica,
pues en tales casos la absorción y los efectos se verán notablemente
retrasados por lo que tenderemos a repetir las dosis y, más tarde, si
mejora la situación hemodinámica, se producirá un lavado de las zonas
de inyección con el correspondiente riesgo de sobredosificación tardía.
Los dos efectos adversos agudos a los que debemos prestar atención
son la depresión respiratoria y los vómitos. La depresión
respiratoria se relaciona con la dosis inyectada y para reducir la
probabilidad de que acontezca es aconsejable diluir las ampollas e
inyectar fracciones de la misma, cuartos por ejemplo, cada 5 ó 10 minutos
hasta conseguir efecto analgésico; en todo caso, la persistencia del
dolor actúa como válvula de seguridad y mientras el enfermo gime la
depresión respiratoria no puede ser muy importante. Ahora bien, hay
enfermos en los que es preciso extremar los cuidados; son aquellos con
neumopatías y cardiopatías crónicas, siendo aconsejable la monitorización
de la SaO2 y la aplicación de oxigenoterapia. También debemos tener
cuidado en los pacientes con lesión aguda en el SNC pues la depresión
respiratoria, con la consecuente elevación de la pCO2, aumenta la presión
intracraneal. Los vómitos se relacionan también con la dosis, con
la rapidez de administración y con los movimientos del enfermo; los
prevenimos con las dosis fraccionadas y teniendo quieto al enfermo, al
menos en los momentos inmediatos a la administración.
El preparado patrón de que disponemos es el cloruro mórfico
en ampollas de 1ml con 10 mg; podemos diluirla en una jeringa de 10 ml con
9 ml de salino y administrar bolos de 2-4 ml repetidos cada 5-10 minutos
hasta conseguir analgesia; si la causa del dolor persiste y no usamos una
perfusión, debemos `rever la necesidad de repetir la dosis al cabo de 3-4
horas. La meperidina, dolantina o petidina, no ofrece ventajas,
salvo en los dolores originados en la vía biliar y, por otra parte, tiene
más efectos secundarios que la morfina y una vida media más corta, por
lo que habría que repetir las dosis con más frecuencia. El fentanilo,
fentanest, tiene la ventaja de no causar depresión cardiovascular alguna
y tener una vida media muy corta, lo que le convierte en fármaco ideal
para manipulaciones dolorosas breves, sobre todo en politraumatizados
inestables hemodinámicamente; las ampollas tienen 150 microgramos y se
pueden pasar en bolos diluidos o en perfusiones rápidas en sueros de 100
ml. Finalmente, el tramadol, adolonta, es un opiáceo con un
mecanismo de acción compleja, útil en dolores moderados y que causa poca
depresión respiratoria, por lo que no precisa monitorización cerrada de
la SaO2; vómitos causa tantos o más que el resto de los opiáceos y se
disminuye su incidencia con los mismos recursos; la vía subcutánea es
interesante en pacientes con dolor moderado que es resistente a los AINES
o en caso de alergia a ellos; si el paciente es ambulatorio, habrá que
decirle que se este quietecito un tiempo a fin de evitar en lo posible la
vomitera.
5.- ANESTESICOS LOCALES.
Me voy a referir únicamente a su aplicación tópica, en forma de
líquido, gel o spray. Si usáis preparados con lidocaina como único
producto, podéis tener tranquilidad absoluta respecto a la posibilidad de
reacciones anafilácticas, no hay. De todos los preparados creo que el más
útil para enfermería de urgencias es el gel de lidocaína en acordeón,
xylocaina gel, que lo usamos antes de limpiar lesiones cutáneas con pérdida
de la capa córnea, caso contrario no penetra y es ineficaz; ejemplos de
tales lesiones son las quemaduras de 2º grado y las abrasiones por
rozamiento de algunos accidentados, habitualmente impregnadas de suciedad
y que son de limpieza sumamente dolorosa. En estos casos cubrimos las
lesiones con una capa de gel, vamos a hacer otra cosa y volvemos al cabo
de unos 15-20 minutos, eliminamos el gel y limpiamos la herida. Para
ciertas manipulaciones como el pasaje nasal de una sonda nasogástrica
también podemos usar el gel o fabricamos una mecha de algodón que se
empapa con lidacaína, gel o líquida de una ampolla normal, la
introducimos en la nariz y 15 minutos después procedemos. Quizás es aún
más útil para el cateterismo vesical en varones, sobre todo cuando lo
estimamos difícil; en tal caso introducimos el pitorro del envase en
acordeón de lidocaína en el meato uretral y vaciamos todo su contenido,
exprimiéndolo lo que podamos hacia la base del pene, sería conveniente
que este estuviera clampado, puede servir un anillo de esparadrapo, para
evitar el reflujo del anestésico y a los 15 minutos podremos en general
proceder al sondaje; si tal, esperamos un poco más.
Nota : este panfleto fue escrito deprisa y corriendo;
por tanto, aunque puede ser útil como guía general no debe usarse como
norma y toda duda será consultada en la literatura. Ya se sabe, dos mejor
que uno.
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